martes, 4 de enero de 2022

Naturalmente que uno quisiera vivir todo el tiempo en estado de Gracia. Sonreír y sentir plenamente esa energía vital maravillosa. Vibrar en positivo y regalar flores a los transeúntes que deambulan por las calles como sombras perdidas.

Pero no siempre se puede. Por razones misteriosas, la mente suele perderse en laberintos sombríos. Tierras estériles donde sólo crecen espinas. Páramos inhabitables donde sonreír se hace difícil.

Y entonces la misma belleza del día anterior se desdibuja en formas inciertas. Las flores que amorosamente regalaríamos se marchitan. La música se apaga. Y una inmensa soledad trepa por el cuerpo como una hiedra venenosa.
Son días en que la luz se apaga. Y lo único que nos queda, es esperar que los laberintos sombríos vuelvan a ser jardines. Que la belleza vuelva a resplandecer sobre las flores. Y que la briza nos despierte nuevamente con su dulce aroma a jazmines.
José Olarce

Acerca de la palabra karma

Entre todas las palabras exóticas que en las últimas décadas hemos incluido en nuestro lenguaje coloquial, hay una que destaca. Esa palabra es karma.  John Lennon escribió ya a principios de los 70 la emblemática Instant
Karma y Charly García, en los 80, El karma de vivir al sur. Y desde entonces, no quiero decir que antes no se usara  pero no de una manera masiva,  casi todo el mundo la conoce y emplea.  Claro, mayormente, sin tener una clara idea de lo que significa.

Por esa razón, hoy me gustaría contarles su origen y significado.

La palabra karma es de origen sánscrito y literalmente, significa acción. Se origina en la India y se emplea desde el periodo védico. Por ejemplo, entre todas las formas de yoga (hatha yoga, bhakti yoga, raja yoga etc) una es karma yoga, es decir, el yoga de la acción. La palabra yoga significa unión, y en este caso, karma yoga es la unión (con el ser o la divinidad) a través de la acción. Tal como el bhakti yoga, por ejemplo, lo es a través de la devoción. Si hablamos de karma yoga, esa unión no será a través  de cualquier acción, sino de la acción desinteresada. Lo cual, nos da una idea que se trata de una acción que implica un servicio. Una acción no para satisfacernos a nosotros, sino a los demás.

Para entender la palabra karma (y así librarnos de esa idea equivocada de que karma es una especie de castigo) tenemos que saber que cualquier acción  que hagamos, de acuerdo a este concepto, va construyendo nuestro destino. 

Lo más común, cuando leemos libros que explican la palabra karma, es que vamos a encontrar como su definición: ley de causa y efecto. Y esto se debe a que los primeros traductores de los textos orientales, traducían a partir de sus propios filtros occidentales, influenciados o bien por  el cristianismo, o bien por la ciencia. Pero en realidad, la palabra karma no se refiere a ninguna ley, sino clara y simplemente a la palabra acción. Si nosotros le pegamos una trompada a la pared y nos rompemos la mano, esto  no se debe a ninguna ley de causa y efecto, sino pura y exclusivamente a nuestra propia acción. No es la pared la que nos golpea, sino nuestro propio golpe, es decir, nuestra propia acción. Acá es importante entender que no hay una causa por un lado y un efecto por otro, sino solamente nuestra propia acción. Acción que no termina con el golpe que le damos a la pared, sino con la rotura de la mano. Y por supuesto,  tampoco termina ahí, sino que continúa con la visita a la guardia del hospital más próximo, la espera, el dolor, varias semanas de yeso y varios años de dolor crónico cada vez que la humedad asciende en el barómetro. Es decir, cada acción desencadena una serie de hechos y sucesos.  Ahora se va entendiendo un poco más el significado de la palabra karma?

Cuando decimos: uy pobre! ¡qué karma!, está muy bien sentir compasión (ya que nadie está exento de equivocarse) pero si empleamos bien el término, habría que saber  que aquel al que va dirigida la frase, no está siendo más que víctima de sus propias acciones y no de una especie de castigo aleatorio del destino.

Hablar de castigo, indefectiblemente implica incluir alguien que castiga y alguien que es castigado. Sin embargo, en el concepto de karma bien entendido, no hay nadie que nos  castigue, sino sólo nuestras propias acciones. Por eso cuando en el budismo se enfatiza la idea de karma, es para que entendamos que son nuestras propias acciones las que van construyendo nuestro destino. Es decir, se pone énfasis en nuestra responsabilidad individual, más que en la divina providencia o en un  destino cruel e injusto.

A diferencia del concepto judeo cristiano del pecado, que va ligado al perdón que te concede el sacerdote y se acabó el problema, en los países budistas, donde el concepto de karma es lo que impera como norma social, el único camino que te queda si le haces mal a alguien, es hacerle el bien. Es decir, reparar el mal ocasionado.

Ahora bien,  nuestra vida no sólo se va construyendo a través de malas acciones. Afortunadamente, no estamos todo el día pegándole a la pared. Nuestra vida también se va construyendo a través de acciones buenas.

Y entonces, tener buen karma, es sólo el resultado, una vez más, de nuestras propias acciones y no fruto del azar.

Muchas veces hemos leído la frase: el hombre es arquitecto de su propio destino. Bueno, eso es exactamente el karma: darle forma a nuestra vida a través de nuestra propia manera de manifestarnos. Y por supuesto, no sólo de manifestarnos, sino además de pensar y hablar, que también son acciones, y por lo tanto: karma. Estando atento a lo que pensamos, podemos evitar que ese pensamiento se convierta en palabra y que esa palabra (un insulto por ejemplo) desencadene una acción que termine convirtiendo nuestra vida en un infierno.

Por esta razón, en el budismo se tiene mucho cuidado al pensar, ya que el pensamiento es la raíz de nuestros actos. Todos conocemos aquel axioma que dice: no le hagas a los demás, aquello que no quieras que los demás  te hagan a ti. En realidad, está frase, en sus orígenes, era mucho más profunda y decía:  no pienses en hacerle a los demás, aquello que no quieras que los demás piensen en hacerte a ti.

De alguna manera, todo lo que vemos en el mundo, es fruto y obra del pensamiento.

Y es que el poder del pensamiento es tan fuerte, que un día el hombre pensó una lanza, y al poco tiempo, esa lanza  ya perforaba su propio cuerpo.

Cuidar nuestro karma, simplemente es cuidar que nuestras acciones, vayan por el camino correcto. Es decir, que respondan a una ética. Si nuestros actos responden a un cierto sentido de la ética  (no necesariamente de la moral), no estaremos haciéndole daño a nadie y nuestra vida, se irá construyendo en armonía. De este modo, siguiendo con el pensamiento budista, estaremos actuando de acuerdo al dharma.

Una manera de movernos en sintonía con el universo.


José Olarce