martes, 4 de enero de 2022

Naturalmente que uno quisiera vivir todo el tiempo en estado de Gracia. Sonreír y sentir plenamente esa energía vital maravillosa. Vibrar en positivo y regalar flores a los transeúntes que deambulan por las calles como sombras perdidas.

Pero no siempre se puede. Por razones misteriosas, la mente suele perderse en laberintos sombríos. Tierras estériles donde sólo crecen espinas. Páramos inhabitables donde sonreír se hace difícil.

Y entonces la misma belleza del día anterior se desdibuja en formas inciertas. Las flores que amorosamente regalaríamos se marchitan. La música se apaga. Y una inmensa soledad trepa por el cuerpo como una hiedra venenosa.
Son días en que la luz se apaga. Y lo único que nos queda, es esperar que los laberintos sombríos vuelvan a ser jardines. Que la belleza vuelva a resplandecer sobre las flores. Y que la briza nos despierte nuevamente con su dulce aroma a jazmines.
José Olarce

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