viernes, 19 de agosto de 2022

De Nosotros Depende



El día que entendamos que la liberación no es individual sino colectiva. Que ningún individuo se salva solo sino en masa.  Que la felicidad es un bien de la especie y no del individuo. Del todo y no de las partes. Del organismo y no del órgano. Estaremos dando el primer paso hacia una verdadera revolución que todo lo transformaría.

Así lo entendieron las personas que construyeron una de las miradas filosóficas más humanistas, pacíficas y tolerantes de todos los tiempos:  la corriente Mahayana de budismo, que surgió en la India a partir del siglo I de la era común, esparciéndose principalmente por el norte de Asia. 

Comprender esta idea en toda su profundidad, mueve nuestro eje de percepción y transforma nuestra manera de ver la vida por completo. Y no estoy sugiriendo  que todos y todas nos hagamos budistas, ya que el concepto es absolutamente simple, claro y directo. Es completamente laico y universal.  Va directo al corazón abriendo  la mente y la conciencia. Es algo que pueden compartir teístas, ateos, agnósticos, judios, cristianos, musulmanes, budistas y librepensadores…

La palabra Mahayana significa "Gran Vehículo" de liberación y se lo representa mediante un carro tirado por bueyes. Un carro que se mueve con lentitud y a los tumbos,  pero en el cuál nadie se queda a pie. 

Las políticas neoliberales representan la antípoda de esta visión. En ellas solo se salva el individuo. Y por eso terminan siendo autodestructivas en términos de humanidad. Actúan como un cáncer. Del mismo modo. Por eso el planeta está al borde del colapso. Por eso todavía hay gente con hambre. Por eso hay injusticia, corrupción, desigualdad y guerras. 

Hay un solo país en donde actualmente se lleva adelante está filosofía como política de Estado. Y es Bhutan. Un pequeño reino (esperemos que su reciente apertura democrática no lo eche todo a perder) sobre el Himalaya entre India, Nepal y Tibet. Es el único país que mide su PBI en términos de felicidad y no de ingresos económicos. El único país que real y efectivamente respeta el ambiente. En ese país se entiende que la felicidad es un bien colectivo. Y que la naturaleza está sujeta a derecho.

Si seguimos insistiendo con aplicar la ley de la selva como siempre se ha entendido, es decir, aquella en la cual sobrevive el más fuerte, no creo que la paz y el orden social resistan mucho más. Si en cambio nos decidimos por aplicar la otra ley de la selva, aquella que convierte a los árboles en súper organismos al trabajar de manera solidaria y cooperativa, entonces nos habremos salvado. Solo de nosotros depende …

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